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El comentario de hoy, martes 23 de julio 2024

No hemos estado errados al afirmar que, más que hacer apología innecesaria de las fiestas de julio, lo mejor que deben hacer las autoridades es frenar los abusos. La Guelaguetza y su entorno, es también temporada del agandalle, la simulación y hasta de la discriminación. Sin embargo, ante la abulia de las instancias de gobierno o los organismos que representan a los prestadores de servicios turísticos, debe ser la sociedad civil y la denuncia ciudadana, el paliativo más eficaz.

Hace poco más de una semana, el diario “Noticias. Voz e Imagen de Oaxaca”, dio cuenta en un reportaje, de la discriminación de que son objeto comensales locales en restaurantes de moda en esta temporada. Empleados, meseros y demás, atienden con prontitud y servilismo, al turismo extranjero. Ignoran a las personas de tez morena o de rasgos indígenas. Ya hemos comentado aquí de cafés y restaurantes que fijan sus precios no en pesos mexicanos sino casi en dólares y euros. Es más, sus cartas están en inglés.

En 2023, un ciudadano dio cuenta en sus redes sociales del altísimo costo que debía pagar, si deseaba comer en la terraza de un negocio de moda. Es más, ante su protesta, los meseros lo obligaron a salir del lugar. Hace un par de meses una influencer británica, en tono jocoso, mostró el barquillo de nieve -ancestral, así entre comillas- con un costo de cien pesos. En estos días, en uno de los negocios que se instalaron para la fiesta del Carmen Alto, a una persona le cobraron 955 pesos por dos gringas, un vaso de agua y una orden de tacos. Un ciudadano exhibió el recibo de un estacionamiento, en donde por una hora, le cobraron 100 pesos. ¿Y así presumimos de ser una ciudad de gran vocación turística?

Durante el concurso para la designación de la Diosa Centéotl, la representante zapoteca de San Pablo Güilá, soltó de su ronco pecho para denunciar el plagio de la cocina ancestral por parte de restaurantes, que cobran un ojo de la cara por la comida, que ahora llaman con eufemismo “de autor”. Sin embargo, nadie mueve un dedo. El turista del país o el extranjero que es víctima de abusos, cobros excesivos, mal servicio o segregación, no tiene a dónde acudir, pues todo se remite al huateque, sin reparar en eventos que dañan a la industria sin chimeneas.

La pregunta es: ¿y qué hacen los directivos de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos Condimentados (Canirac), al respecto? ¿O cómo frena la Asociación de Hoteles y Moteles de Oaxaca, el mal servicio de sus socios? Pero, sobre todo, ¿cuál es el papel de la dependencia estatal, la Secretaría de Turismo o el gobierno municipal? Porque debe haber un mecanismo que permita sancionar o inhibir estas prácticas perniciosas. No es para aplaudir a quien pone por los suelos la ancestral vocación turística de nuestro estado y termina por dejar en evidencia, los cacareados festejos de julio. (JPA)

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